Freud en su texto “Análisis terminable e interminable” de 1937 afirma:

“El trabajo de análisis progresa mejor si las experiencias patógenas del paciente pertenecen al pasado, de modo que su yo pueda hallarse a una cierta distancia de ellas. En los estados de crisis aguda el psicoanálisis no puede utilizarse con ningún propósito. Todo el interés del yo está absorbido por la penosa realidad y se retira del análisis, que es un intento de penetrar bajo la superficie y descubrir las influencias del pasado”.

De esta manera de concebir el psicoanálisis y su aplicación a la terapéutica, la de Freud en 1937, ¿hay algo que pueda sostenerse en los tiempos que corren, en 2015, después de Lacan y, particularmente, de su última enseñanza? ¿Podría añadir algo al tema desde la experiencia que se lleva a cabo en la Clínica del campo freudiano de Coruña, de un formato equivalente a los CPCTs y al CPA de Madrid, particularmente respecto al abordaje de las urgencias subjetivas y al manejo del tiempo?

Manuel Fernández Blanco: Los sujetos con los que nos encontramos hoy en día en la práctica analítica son cada vez más actuales. Esto quiere decir que, a menudo, hacen cortocircuito del pasado, de la historia, de la deuda simbólica.

Lacan decía, ya en el año 1961, que «[…] es la deuda misma en la que teníamos nuestro lugar lo que nos puede ser arrebatado […] Sin duda la Áte antigua nos hacía culpables de esta deuda, pero al renunciar a ella como ahora podemos hacerlo, llevamos la carga de una desgracia todavía mayor, por el hecho de que ese destino ya no es nada». 1 Lacan nos anunció, hace más de 50 años, la muerte del Dios del destino.

Por eso la frase de Freud es del pasado en diferentes sentidos. En el sentido literal y en el sentido al que alude Freud. Es deudora del privilegio del inconsciente verdad producto de la represión, y de la liberación de la verdad reprimida como terapéutica. Freud veía así la «crisis aguda» como obstáculo. Curiosamente este fragmento está incluido en su texto «Análisis terminable e interminable». El mismo en el que Freud destaca, en varios momentos, que lo real es más poderoso que la verdad (en palabras nuestras).

Sabemos que proceder por la interpretación que revela la verdad reprimida haría el análisis interminable, precisamente porque no hay límite a la producción de la verdad en términos de saber. En esa dimensión, del inconsciente transferencial, no se encuentra nunca la «última palabra». Aunque también sabemos que la interpretación, basada en el inconsciente transferencial, es necesaria para iniciar un análisis. Incluso es cada vez más necesario «inyectar» verdad en unas vidas que la excluyen, para hacer posible el inicio de las curas. Pero no es posible progresar en un análisis exclusivamente por esa vía. Por el contrario, la dirección de la cura pasa por producir las crisis que van más allá del efecto de división subjetiva derivado de las formaciones del inconsciente.

La crisis en psicoanálisis tiene un nombre propio: el trauma. Si un acontecimiento no traumatiza no se trata de una crisis, se trata de un malestar que se reabsorbe en el funcionamiento del fantasma. Precisamente un sujeto neurótico acude al análisis cuando hace un síntoma que testimonia del fracaso de fantasma como terapéutica del trauma, de lo real como imposible de digerir en las redes del significante.

Y esa es precisamente la clave de nuestra orientación de la cura. La interpretación que apunta al inconsciente real busca retraumatizar al sujeto de la buena manera, despertarlo, por eso J.-A. Miller equiparó en su día la interpretación a la pesadilla. 2 Distinguía así la interpretación que despierta el interés, y engancha en la transferencia, del despertar de la pesadilla que supone el encuentro con lo auténticamente Otro (lo real). Por eso Miller nos proponía como modelo de interpretación eficiente del analista la pesadilla. Pesadilla de la que no se puede huir trasladándose al fantasma.

La interpretación eficiente no es la que establece la continuidad restituyendo el sentido reprimido, es la interpretación que apunta al goce fuera del sentido que mordió en el cuerpo, al auténtico pasado, al pasado inolvidable porque su huella de goce no se enlaza con nada. Por eso el trabajo de un análisis progresa de crisis en crisis hasta cernir un real que no llama a ninguna interpretación.

Respecto a la pregunta por la Clínica del Campo Freudiano en La Coruña, destacaré que, en sus casi ya 18 años de funcionamiento, hemos comprobado la enorme potencia terapéutica del acto analítico. Nos hemos orientado por la siguiente propuesta de Jacques-Alain Miller: «[…] se puede hacer que el encuentro con un psicoanalista no tenga precio para un sujeto, incluso si es un caso de psicoanálisis imposible». 3 Hemos tratado hasta el momento a 1400 pacientes, bajo la modalidad de pago diversificado (sin que nunca el pago sea obstáculo al tratamiento) y ausencia de limitación temporal.

La demanda de los sujetos que se dirigen a la clínica es al psicoanálisis. La transferencia adquiere así una modalidad particular. El síntoma, la enfermedad, no se articula inicialmente a un psicoanalista concreto, ni a una promesa de salud mental, se articula al psicoanálisis mismo. El psicoanálisis viene al lugar del significante cualquiera de la transferencia, una vez desalojado el significante de la salud mental, de la promesa de salud como universal, de la misma salud para todos.

Comprobamos cómo esta respuesta particular es el mejor tratamiento de las crisis y de las urgencias subjetivas. En los casos de neurosis, se apunta a aislar la constante, la repetición, para perturbarla y permitir una apertura al deseo, ya que el deseo es la salud, y es el mejor remedio contra la culpa y la angustia. En las psicosis ordinarias, la transferencia puede cumplir una función de sostén. Mientras que en las psicosis desencadenadas, buscamos favorecer la invención estabilizadora. La ausencia de límite temporal del tratamiento permite esta posibilidad.

Volviendo entonces a la cita de Freud motivo de la pregunta, constatamos que el acto analítico responde a los estados de crisis. La crisis, entonces, como condición y no como obstáculo al tratamiento psicoanalítico.

Ivana Maffrand pregunta a Manuel Fernandez Blanco. Miembro ELP y AMP. A Coruña.

 

Notas

 

  1. Lacan, J.: El seminario. Libro 8. La transferencia (1960-1961). Buenos Aires, Paidós, 2003, p. 340.
  2. Miller, J.-A.: “La ponencia del ventrílocuo” (1996), en Introducción a la clínica lacaniana. Conferencias en España. Barcelona, ELP-RBA, 2006, p.444.
  3. Miller, J.-A.: “Les contre-indications au traitement psychanalytique”, en Mental, nº 5, 1998, p. 16.

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