Como reconocieron Freud y Lacan, el artista abre vía a menudo al psicoanalista. En esto, Fontana es ejemplar. La obra escogida pone en sí misma en juego la crisis, por las cortaduras, los tajos que la atraviesan, restos de cortes que han tenido lugar. Estos tajos son como las huellas de una serie de gestos que se efectuaron, que atravesaron el lienzo mediante una cuchilla que lo hendió en cortes múltiples. Al mismo tiempo la superficie del lienzo, rojo intenso, se ofrece a la mirada, casi tranquilizadora. Fontana hablaba de un “corte dulce”, eligiendo este oxímoron para nombrar esta tensión. En toda crisis, lo real se desvela y abre a un infinito, a un vacío, que se revela a través de la hendidura. Un real que ninguna palabra logra decir, que ninguna imagen puede contener. Un real que queda a la espera —de donde el título de Attese [Esperas], que Fontana dio a esta serie.

Entre corte, tiempo y espera, encontramos los componentes de toda crisis. Nuestro XVIII congreso, con su título, “Momentos de crisis”, lleva a la vez sobre el tiempo y sobre la crisis. La crisis tiene en efecto que ver con el tiempo. Hasta podríamos declinar una clínica diferencial de las crisis en relación con el tiempo. Hay la crisis que hace efracción, rotura, que deja estupefacto, que petrifica el tiempo, como en el traumatismo. Hay la crisis que acelera el tiempo, que hace perder todas las referencias, lanzando a una espiral sin fin. Hay la crisis que resulta de un tiempo devenido inmóvil, helado, como en la depresión. Hay la crisis que queda enganchada en el tiempo de la repetición, hasta la compulsión, la adicción. Hay la crisis suicida, que corre el riesgo de salir para siempre del tiempo.

Sea como sea, si una crisis surge —sea psíquica o social, económica, cultural o de guerra— nada más sigue siendo como antes. Los que la viven no saben ya adónde van. La crisis constituye un corte. Abre un tajo. Resulta de un real que se impone y causa fractura. El desgarro que implica una crisis desvela a su vez un real imposible de soportar. El momento de crisis desemboca en el círculo de lo que no deja de repetirse, de atravesar el lienzo herido de la subjetividad, como el tajo hecho al cuadro.

Pero la crisis es también un momento crítico, un momento decisivo, un momento propicio. Obliga a situarse, a decidir el más allá. La decisión es en sí misma una palabra etimológicamente conectada con hecho de cortar[1], con el corte. El momento decisivo de la crisis es también aquel donde se puede cortar con lo que hacía impasse, donde uno puede abrirse a nuevas dimensiones, salir del mundo tal como era. Toda crisis lleva consigo este tipo de potencialidad. Lleva en sí tal apertura. Una crisis puede contener en ella misma los elementos decisivos hacia una salida. Las cosas encuentran a veces un sentido cuando cambian. La crisis permite la invención, obliga paradójicamente a ir hacia lo que todavía no se sabe.

Esta obligación de inventar alcanza a la acción de Lucio Fontana. En su Manifiesto blanco, de 1946, justo después de la crisis que implicó la guerra y su exilio en Argentina, y los otros Manifiestos que siguieron, como el Manifiesto técnico del espacialismo, de 1951, Fontana abre la vía hacia una superación de las artes de su época. Crea una concepción nueva de la que hace una necesidad a través de la cual se abre todo un campo de creación que pondrá su creación artística en una nueva vía, que supera las fronteras de los campos artísticos de su época, conectándolos de un modo nuevo con la cultura y la ciencia.

En Concepto espacial y la serie llamada Attese —de la que forma parte la obra escogida juiciosamente como cartel de Momentos de crisis— el lienzo está perforado por tajos, único o múltiples. El tajo conecta con un espacio más allá del lienzo, con el tiempo más allá de la superficie. Como dijo Lucio Fontana, el infinito pasa a través del corte, del tajo (“il taglio”): la obra parece abandonar el plano, dejar el lienzo, para proseguir en el tiempo y en el espacio.

Toda crisis pone en juego la relación con el tiempo y el espacio. Se juega en el instante. El instante de ver, para retomar este primer tiempo del “tiempo lógico”. En la crisis, tenemos a veces la impresión de que el momento de concluir se juega antes del instante de ver. Para tratar la crisis, para salir de ella, hay que restablecer el tiempo. El tratamiento de crisis es un tratamiento del tiempo. Hay que crear una apertura. Mediante el acto analítico, no el corte, se trata de hacer un tajo: pero esta vez, un tajo que libera.

La paradoja del momento de crisis es hacer la experiencia de una libertad nueva que la crisis introduce. Es el momento que quería alcanzar Lucio Fontana mediante el tajo: así como lo enunció, se trata de liberar al hombre “de la esclavitud de la materia” — podríamos decir, a partir del psicoanálisis, de la esclavitud de la repetición— con el fin de permitirle ir más allá, “hacia la extensión del presente y del futuro”. Tal es la apuesta de todo momento de crisis, de la que nuestro congreso podría también procurar testimoniar. Ésta es la enseñanza de un artista como Lucio Fontana que, con sus cortaduras —Attese— nos pone en “espera” de lo que será, más allá de lo que era, en la suspensión que la obra permite experimentar en el instante.

 

François Ansermet. Miembro NLS y AMP

Presentación del affiche del XIII Congreso de la NLS: Momentos de crisis, que se celebró en mayo de 2015 en Ginebra.

 

Fuente: web AMP
. Traducción: Margarita Álvarez.

 

[1] NdT: ‘Trancher’ quiere decir ‘cortar’, pero también ‘zanjar’, ‘resolver’

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