La deuda pendiente de Alemania no es económica. No lo es al menos en el sentido estrictamente monetario, como sostiene Piketty hoy en el diario Die Zeit.
Hay que evocar la tesis insoportable que Jean Claude Millner recogió en su ensayo «Las inclinaciones criminales de la Europa democrática»: la construcción del actual proyecto europeo se hizo sobre el olvido y el rechazo de la historia, la «victoria de Hitler» en los años treinta y cuarenta, el «judenrein» en Europa. En ese rechazo no está sola Alemania, sino el mismo pacto franco alemán que sostiene esta Europa tan moderna como «apolítica», por a-histórica. ¿Y acaso el rechazo de la memoria histórica en nuestro país no hunde sus pies en ese mismo pantano de ignominia, que arranca cinco siglos antes? Salvo honrosas excepciones, como la de Semprún cuando afirmó en su último discurso de abril de 2010 en Buchenwald : «Todas las memorias europeas de la resistencia y el sufrimiento sólo tendrán como último refugio y baluarte dentro de 10 años, a la memoria judía del exterminio». Semprún tenía la idea de que la construcción del proyecto europeo debía sostenerse en el pacto de resistencia surgido en los campos. Millner es mucho más radical, la apuesta por el olvido de la ignominia funda una Europa moderna, que sólo puede sostenerse en la ideología de la evaluación. Mala suerte para Grecia, que no entra en el protocolo. O no?
Andrés Borderías. Miembro ELP y AMP.
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