La crisis adolescente de una hija como desencadenante de la crisis paranoica de una madre.
En la madrugada del 9 de junio de 1933, Aurora Rodríguez Carballeira asesinó a su hija Hildegart mientras dormía disparándola dos tiros en la sien, uno en la mejilla y el último en el corazón.
Ante este tipo de sucesos siempre nos preguntamos: ¿cómo ha sido posible? ¿qué puede llevar a una madre a matar a su hija?
En este caso contamos con distintos testimonios que nos permiten “entender” por qué Aurora mató a su hija. Los informes forenses de la defensa y de la fiscalía, su historia clínica del Hospital Psiquiátrico de Ciempozuelos, varios estudios sobre el caso, la obra de la propia Hildegart y una película permiten hacernos una idea de la crisis que dio lugar a este asesinato.
Aurora Rodríguez Carballeira empezó a gestar su delirio en la pubertad, cuando tuvo que hacerse cargo de su sobrino durante cuatro años y al que decidió dedicar todo su tiempo y su inteligencia para que pudiera convertirse en un ser especial. De hecho, el sobrino acabaría convirtiéndose en un niño prodigio de la música en la primera mitad del siglo XX. Dos elementos confluyeron en esta época que atravesarían el delirio durante toda su vida: ella como cuidadora, moldeadora, educadora excepcional de otro ser excepcional; y los afanes transformadores del mundo, alimentados por las conversaciones de su padre con sus amigos en las que ella estaba presente desde su más tierna infancia y por las lecturas de la biblioteca de su padre pródiga en obras del socialismo utópico, de anarquismo, de eugenesia.
Más adelante, mientras se dedicaba al cuidado del padre, una vez muerta la madre y habiendo salido de la casa paterna los dos hermanos, la idea que acompañará a Aurora será la de fundar una colonia de “hombres y mujeres modelos que formarían familias modelo” que luego se extenderían para crear un linaje especial[1]. La muerte del padre, en 1913, parece ser el punto de inflexión que empuja a Aurora pasar a la acción. Decide aplazar la idea de la colonia y sustituirla por otra más accesible: ella será esa madre modelo que cree una hija modelo destinada a iniciar con ella “la reforma y mejora de la humanidad a través de la eugenesia.”[2]
Durante casi 20 años este delirio organizó y estabilizó la vida de Aurora: primero elegir un “colaborador biológico” del que quedarse preñada, luego cuidarse escrupulosamente en el embarazo, luego criar y educar a Hildegart para que pudiera llevar a cabo la misión para la que fue engendrada.
Con mayor o menor padecimiento la niña Hildegart respondió al delirio de su madre hasta llegar a la adolescencia. Aprendió a leer y a escribir muy tempranamente, aprendió cuatro idiomas, terminó la carrera de Derecho con 17 años y empezó la carrera de Medicina, desde los 14 años militaba políticamente (en UGT, en el Partido Socialista, en el Partido Republicano Federal, en la Liga Española para la Reforma Sexual) y escribía asiduamente en periódicos y revistas. Las dificultades aparecen cuando la niña crece y en vez de devenir loca como la madre se precipita en una crisis adolescente neurótica clásica en la que pide más libertad a su madre para poder vivir su vida. Todo parece indicar que los ideales delirantes de la madre habían funcionado como Nombre del Padre para la hija y que Hildegart había sido capaz de traducir los delirios de su madre, transformarlos en teoría, en logros académicos, en compromiso político y así introducirlos en el circuito simbólico social y en la dialéctica con los semejantes.
Rosa Montero recrea ese crítico momento en que el cambio de la joven Hildegart desestabiliza a la madre hasta el punto de no encontrar otro camino que matarla: “Para abril de 1933 la agresiva paranoia de Aurora se había hecho insoportable. Un día Hildegart le pidió que la dejara vivir sola, o al menos con la vecina a la que llamaban la abuelita. La petición generó broncas, violencia, dramas desquiciados, noches enteras de tortura emocional. Al cabo, Aurora fingió aceptar. Pero todo era una mera apariencia. A finales de un mes de mayo tórrido, Hilde mandó una tarjeta al periodista Cohucelo, una de las pocas personas que mantenían algún trato con las dos mujeres: «Amigo Cohucelo, venga a vernos esta noche si es posible, hay algo urgente». El hombre acudió y le recibieron en la terraza. Aurora explicó que Hilde parecía mostrar especial interés en Abel Velilla, y que su hija no estaba en el mundo para contraer matrimonio: «Casarla sería tanto como sacrificar la misión para la que ha venido a la Tierra». Al oír esto, Hildegart se levantó y lloró durante largo rato contemplando el cielo: «¡Me muero!», sollozaba. Dos días después, Cohucelo, aún impresionado, llamó por teléfono. Descolgó Hilde, a quien el periodista preguntó: «¿Cómo va ese valor?». «No puedo hablar, acaba de llegar mi madre. Sólo tengo ganas de morirme», dijo la muchacha, y colgó abruptamente.”[3]
Lacan nos recuerda en el seminario 3[4] las palabras de Freud en una carta Fliess: “Sie lieben also den Wahn wie sich selbst: das ist das Geheimnis”, el psicótico ama a su delirio como a sí mismo: este es el misterio. Lacan nos enseña como el psicótico intenta con el delirio sanar el agujero, la ruptura, la hiancia que produce un rechazo primero y esencial de lo Simbólico y como este rechazo fundamental, hace que lo rechazado retorne desde lo Real.
Hildegart para Aurora se situaba en este filo inestable e impreciso en el que basculaba entre ser cómplice insustituible del delirio necesario y ser el índice de lo rechazado mismo. Los deseos de libertad de su hija enfrentaron a Aurora con los límites de su delirio. La única manera que encontró entonces de reconstruirlo fue a partir de la suposición paranoide de que existía una conspiración internacional dispuesta a secuestrar a su hija para “prostituirla”, en un intento de que eso llevara a Aurora al suicidio. Cuando la hija le decía a la madre: “vete sola”, la madre entendía: “mátate”[5]. El delirio llevó a Aurora a un dilema extremo: “o ella o yo”. Sabemos cual fue la elección de Aurora. Nunca se arrepintió.
Durante el juicio Aurora dirá: “Maté a mi hija y cien veces lo haría. No soy una loca, maldita paranoia, creé una hija para la paz y se inclinó a la guerra…, por eso hice bien en matarla, antes de corromperse voló, la ahuyenté del mundo a tiros de revólver.”[6]
En el informe psiquiátrico de la defensa de los doctores José M. Sacristán y Miguel Prados se transcribe la siguiente frase de la asesina: “Como una gran artista que puede destruir su obra si le place, porque un rayo de luz se la muestra imperfecta, así hice con mi hija a quien había plasmado y era mi obra.”[7]
Al psiquiatra de Ciempozuelos le dirá: “La maté para verla libre de la captación de sus enemigos políticos y con ello la libraba de la prostitución política y de la prostitución general.”[8]
La adhesión de Aurora a su delirio hace que el crimen sea “un crimen lógico”, demasiado lógico. La adhesión de cualquiera a la literalidad de su delirio muestra la implacabilidad del lenguaje cuando no se deja saber agujereado por sus límites. Esta es una enseñanza para todo ser hablante.
En la cárcel y en los primeros años del manicomio, Aurora seguirá intentando sostener su proyecto delirante de reforma de la sociedad, proponiendo que toda la población pase por la cárcel de forma preventiva o proponiendo una sociedad dirigida por psiquiatras. Finalmente acabó sus días en Ciempozuelos, dedicándose a cuidar a un gato que apareció misteriosamente muerto un día y fabricando cada vez con más detalle un muñeco de tamaño natural con genitales masculinos incluidos que también apareció destrozado una mañana.
Que el recorrido por estas referencias bibliográficas del asesinato de una hija a manos de su madre sea una invitación para que los psicoanalistas sigamos interesándonos por la lógica de las crisis que, en los casos más dramáticos, pueden llevar a acabar con la vida de otro ser humano o con la propia vida.
Esperanza Molleda. Miembro ELP y AMP. Madrid. (Texto elaborado en el marco de la Comisión Bibliográfica)
BIBLIOGRAFÍA
Álvarez Peláez, Raquel y Huertas García-Alejo, Rafael, “Aurora Rodríguez o el delirio eugénico: el caso Hildegart” en ¿Criminales o locos?: Dos peritajes psiquiátricos del Dr. Gonzalo R. Lafora, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Cuadernos Galileo de Historia de la Ciencia, 1987.
Arrabal, Fernando, La virgen roja, Barcelona: Seix Barral, 1987.
Cal Martínez, Rosa, A mí no me doblega nadie: Aurora Rodríguez, su vida y su obra (Hildegart), Sada (A Coruña): Ediciós do Castro, 2010.
Domingo, Carmen, Mi querida hija Hildegart: una historia que conmocionó a la España de la Segunda República, Barcelona: Destino, 2008.
Fajardo, José Manuel, “Aurora Rodríguez, la tragedia de la Eva futura” en Cambio 16 nº 806, 11 de mayo de 1987, p. 130- 6.
Fajardo, José Manuel, “Un delirio redentor” en Cambio 16 nº 806, 11 de mayo de 1987, p. 132-3.
Guzmán, Eduardo de, Aurora de sangre: Vida y muerte de Hildegart, Madrid: Gregorio del Toro, 1972.
Montero, Rosa, La madre araña, http://elpais.com/diario/2006/02/19/eps/1140334019_850215.html.
Montero, Rosa, “Aurora y Hildegart Rodríguez: Madre muerte” en Historias de mujeres, Madrid: Alfaguara, 2007, p. 163-174.
Rendueles Olmedo, Guillermo, El manuscrito encontrado en Ciempozuelos: análisis de la historia clínica de Aurora Rodríguez, Madrid: Endymion, 1989.
Seguí, Luis, “El caso Hildegart o la ferocidad del superyó” en Sobre la responsabilidad criminal: Psicoanálisis y criminología, Madrid: Fondo de Cultura Económica de España, 2012, p. 127-144.
Valenzuela Moreno, José, Un informe forense (El asesinato de la Hildegart visto por el Fiscal de la causa), Madrid: Editorial Mar i Cel, 1934.
FILMOGRAFÍA
“Mi hija Hildegart”, Fernando Fernán Gómez, 1977.
BIBLIOGRAFÍA DE LA OBRA DE HILDEGART RODRÍGUEZ CARBALLEIRA
¿Se equivocó Marx?, Madrid: Edición Novela Proletaria, 1932.
¿Quo vadis, burguesía?, Madrid: Edición Novela Proletaria, 1932.
La rebeldía sexual de la juventud, Barcelona: Madrid: Editorial Anagrama. 1977. Con prólogo de Eduardo de Guzmán.
El problema sexual tratado por una mujer española, Madrid: Ediciones Morata, 1977.
Métodos para evitar el embarazo. Maternidad voluntaria, Zaragoza: Guara, 1978.
[1] Rendueles Olmedo, Guillermo, El manuscrito encontrado en Ciempozuelos: análisis de la historia clínica de Aurora Rodríguez, Madrid: Endymion, 1989, p. 29.
[2] Íbid. p. 207.
[3] Montero, R., La madre araña, http://elpais.com/diario/2006/02/19/eps/1140334019_850215.html.
[4] Lacan, J., Seminario 3: Las Psicosis, Buenos Aires: Paidós, 2009, p. 307.
[5] Rendueles Olmedo, G., op. cit., p. 37.
[6] Íbid., p. 144.
[7] Íbid., p. 224.
[8] Íbid., p. 37.
Hay 0 comentarios