En cada sesión repite la misma interpretación sobre su satisfacción pulsional, fijada al objeto anal, a sus bordes. Esta modalidad de goce (motivo de consulta, mayo 2015) irrumpió al reencontrarse con sus coordenadas escolares, tras un corte vacacional breve. Cito: no puedo ir al wc porque estoy jugando con mis amigos y es muy emocionante. No comprendo, ¿emocionante? No puedo dejar el juego porque es muy emocionante.
Jan, casi 6 años, vive atrapando cada instante con pasión, su entusiasmo raya la manía; por la calle saluda a todo el mundo; tiene una memoria prodigiosa, se muestra ávido de conocimiento; su actitud en clase es de insumisión y protesta continua, impone su orden caótico, no acepta responder a las consignas para todos. No obstante, logra un alto nivel de aprendizaje. Tiene buena relación con sus compañeros aunque, según la tutora, “les molesta con su cuerpo, se pone literalmente encima, cuando está en la fila, en la mesa, etc. y ellos lo viven como una agresión. Se muestra comunicativo y cariñoso con los maestros, busca captar su atención”. Efectos de transferencia: ha empezado a ceder goce en su posición tozuda de Amo del saber, de tener siempre la razón, de ir a su antojo. Se muestra más tranquilo, según me informa la tutora.
La dicción resulta opaca, tiende a retener las palabras, apenas abre la boca para hablar, pero va cediendo aire y se hace entender mejor. Su lábil tono muscular le impide asir el papel, para extraer recortando, las formas coche y ruedas. Necesita ayuda para articularlas, se le deshacen. Los objetos le desbordan, se caen de la mesa y no se entera, no existen.
Atesora un libro de aviones. Vio a su primo de 9 años lanzar un avión desde el balcón y en su trayecto hizo un fascinante tirabuzón, aterrizó lejos, sobre un coche ¡le pareció tan divertido! Desde entonces le imita. Durante una serie de sesiones hace aviones de papel, lanzándolos por el espacio. Corrige sus alas -sin tijeras- cuando no logran volar siguiendo una trayectoria en línea recta. Un día, hace el cuerpo de un avión con dos alas dobles y dice que se sostiene mejor. Ahí detiene la serie-aviones y en la secuencia siguiente pone en acto su palabra y me habla de su experiencia de cuerpo. Dice que ya no se hace caca encima, se acuerda de depositarla en el wc y añade: como juego solo porque mis amigos no están (recientes vacaciones estivales)… Ahhh, respondo sin comprender.
Prosigue su discurso, vuelve al punto de goce donde está apresado y en esta ocasión, añade un momento de crisis acaecido al perder el sentido de la fila: no quería perder nada con mis amigos, no quiero perder juego. ¿Ah, no? ¿Y eso? No quiero perder ¿No quieres perder a tus amigos?
Por perder juego eso me pasó una vez en el colegio; fui al lavabo cuando faltaba poco para ponerme en la fila y cuando salí al patio ya no había nadie; me perdí, era pequeño, me fui por el otro lado, había dos, tres caminos, no sabía ir, pero vi la puerta con el dibujo del cocinero, es muy fácil ¡Te agarraste al cocinero!
Simbolizar el acontecimiento traumático nachträglich, ha desvelado la estructura de un cuerpo desanudado, desfalleciente, un sujeto abolido y el modo singular de hacer con su ser de objeto-desecho. Jan recurre al juego de espejismos con los unos-otros, brico-adhiriéndose a una masa totalizante que le permite alienarse pero no dividirse. No quiere recortarse del grupo, suponemos que hace función de dique contra lo real. Si fabrica investidura libidininal en demasía, eso le permite inventar una suplencia de Yo Ideal con la certeza de ser el niño maravilloso. Lo inferimos al observar que abrocha su acción al eco de su voz: ¡QUÉ BIEN LO HAGO!
Deducimos del primer tiempo de crisis, que la experiencia de separación aludida operó dejando huellas cargadas de afecto en un cuerpo forcluido. Con los aparatos de lenguaje disponibles y sus anclajes significantes, Jan no superó la prueba del Fort-Da, quedando expuesto al retorno de la angustia de no encontrar a nadie que haga litoral. En un segundo momento propiciado por las puntuaciones bajo transferencia, algo de “eso” que volteaba en tirabuzón sin encontrar palabras para nombrarlo, se ha puesto en forma de relato.
Y tras el relato vuelve a intentar hacer un avión. Por azar y con efecto cómico, le salió un sombrero-barco, carcasa que para él es una nave espacial de la guerra de las galaxias, verdadero objeto de su pasión: una nave sirve para agarrarse. Sobre esa nave dibuja personajes diminutos que luchan vestidos con capas y espadas.
El trabajo continuará. Un cuerpo en crisis es la brújula que orienta esta emocionante y enigmática cura.
Carmen Alda. Miembro ELP y AMP. Barcelona
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