En el primer capítulo de Piezas Sueltas, Miller menciona y califica un libro como extraordinario, el “Zibaldone” y a su autor Giacomo Leopardi. Un título que barajó para este seminario. Zibaldone equivale a “mescuglio”, mescolanza, un diario mescolanza, y fue un significante de moda al inicio del siglo XIX.

El Zibaldone nació como “Pensieri di varia filosofía e de bella letteratura”, pero al hacer el índice, Leopardi decide llamar “Zibaldone de pensieri” a su “mamotreto” de 4500 páginas. Un diario que escribió durante 15 años, desde los 19 años y que mantuvo en secreto hasta su muerte. Fue publicado 61 años después de su muerte.

Giacomo Taldegardo Francesco Salesio Saverio Pietro Leopardi nació en Recanati 1798 y murió en Nápoles 1837.

Las notas del Zibaldone me transmitían cierta cosa mortecina, bastante aburrida y difícil. Solo me interesaron sus notas más vitales e ingeniosas o sorprendentes para su juventud como cuando dice:

  • “El verdadero objeto de la vida es la vida, y el ir y venir por el mismo camino arrastrando un carro muy pesado y vacío”, a los 23 años.
  • “Los animales en los bosques…no saben nada de los avatares del mundo, porque aquello que nosotros creemos que sea el mundo es solo de los hombres.
  • Sobre porqué Petrarca llegaba tanto, decía: “…él vierte su corazón y los demás lo anatomizan (incluso los más excelentes) y él lo hace hablar, y los demás hablan de él” (1820) 22 años.

La biografía, “Leopardi” se inicia así: “Un libro sobre Leopardi solo puede empezar como una opera bufa…de Rossini”, donde el protagonista no es Giacomo sino su padre, el conde Monaldo Leopardi, que se define a sí mismo poseído por un “muy impaciente deseo de libertad”, “ansia ardentísima” y “el ávido afán” de saber. Frases del ideal que se realizaron en su hijo. Como no llegó a ser el hombre docto que soñaba, se dedicó a comprar en subastas las bibliotecas de las congregaciones y conventos cerrados por Napoleón, en 1812 contaba con 10.000 volúmenes.

La madre, Adelaide Antici, bella e imponente, con un manojo de llaves siempre a la cintura, con un aire viril, ése con el que Giacomo vestirá a las mujeres de las que se enamora. Guardiana y carcelera del palacio, “Su única caricia” era, al encontrarlos por la casa, mirarlos fijamente. Esos ojos lo veían todo, incluso aquello que no había existido o no existía todavía. Religiosa fanática, a quien las desgracias alegraban y eran ofrendas a dios, rezaba por sus hijos “hacedlos morir antes de permitir que te ofendan”. Y de quien “de pronto se oía en el silencio del palacio el estruendo de sus carcajadas”. Leopardi la describe como “un ídolo, tenebroso e incomprensible, una máquina atroz y desconocida”.

 

Giacomo.

Inteligente y despierto, fue un niño prodigio, gran parte de su formación fue autodidacta, aprendió por su cuenta griego y hebreo y de 1808 (10 años) datan sus primeras traducciones. Con dos jesuitas como maestros, estudió en la biblioteca familiar.

En su diario, testimonia de su infancia: “la noche era un suplicio: sombras, espectros, fantasmas, visiones, temores, tinieblas, sudores fríos, horrores, imaginaciones lúgubres, quimeras, espasmos, apariciones.”

Se quedaba fijo en los objetos o en alguna idea, lo insólito lo asustaba y “dejar de hacer una cosa acostumbrada le parecía una desgracia insoportable”.

Sobre sus miedos: “Mi temor pánico de cualquier tipo de explosiones, no solo peligrosas (como truenos, etc.) sino sin sombra de peligro (como disparos festivos), temor que extraña e invenciblemente me poseyó no ya en la pubertad, sino en la adolescencia… cuando yo era perfectamente capaz de reflexionar y de razonar, y así hacía de hecho, pero sin ningún resultado…”. No creía que hubiera peligro, sabía que no lo había pero no podía quitárselo mediante la razón., “y no era por entupido ni irreflexivo” pero “Forzado ocasionalmente a oír de cerca estos ruidos”, no solo perdió el miedo sino que “empecé a amar en la misma línea aquello que razonablemente sería de temer…”[1]

A los 16 años hace su aparición una enfermedad que no lo abandonará, él cree que es debida a sus “estudios enloquecidos y furiosos” en pésimas condiciones. Los médicos diagnostican raquitismo pero en realidad era el mal de Pott, tuberculosis ósea, que además de terribles deformidades, afectó profundamente su cuerpo: ceguera, impotencia, oftalmia, conjuntivitis, insuficiencia respiratoria, estreñimiento, trastornos digestivos… Afectados los ojos evita la luz, duerme de día y lee de noche. Deja de crecer, medía 1,40 cm y le salen dos jorobas, una en la espalda y otra en el pecho.

A los 19 años, le escribe a Pietro Giordano: “una obstinada, negra, horrenda, bárbara melancolía me corroe y me devora”, “una noche absoluta y horrible, de un veneno” que lo había torturado durantes 6 larguísimos meses. Es atacado por un pensamiento al que atribuye propiedades físicas: “devora”, “corroe”, “atormenta”, “martiriza”, “hace desgraciado” y sobre todo lo “posee”, “porque me tiene enteramente a su merced. No se mueve, no se desplaza, esta allí, fijo, estable, presente, no tiene más contenido que esa misma presencia, que esa fijeza atroz, que esos ojos que no dejan nunca de mirarlo a él mismo”. Preferiría ser planta o piedra dirá“…o cualquier otra cosa que no tenga como compañero de existencia al pensamiento”. “soy un sepulcro ambulante…”, “un corazón que ya no siente nada”.

Invadido por el hastío y la nada, temas sobre lo que escribirá toda su vida. El sentirse expulsado del mundo y su soledad es un tema persecutorio en su diario.

También a los 19 años, tiene su primer encuentro con una mujer que llega de visita por dos días, no cruzó palabra, solo jugó a un juego de mesa por cortesía y obligado. Cuando la visita partió, se enamoró y queda en un estado de agitación tal que no puede escribir, ni comer, ni dormir. La Signora, como la llamaba, se le aparece en sueños y despierto, delira y oye su voz. Tal vez fue este el desencadenante. Casi dos años más tarde escribe “Memorias del primer amor” donde recoge esa experiencia.

La mujer es para Leopardi “la mujer que no se encuentra”, la que aún no ha nacido o viene del pasado o está en el futuro tal como aparece en “Alla Sua Donna”. Donde además habla del miedo al amor, del amor como enfermedad.

En las cartas a sus amigos se manifiesta enamorado y apasionado, que expresa sin tapujos ese amor. En su correspondencia con mujeres es muy contenido y cortés, asexuado. Para él “la realidad era desagradable, eran mucho mejor los sueños” y “amar en sueños es más hermoso que amar en la realidad”.

         Su vida estuvo marcada por la “necesidad” imperiosa de escribir y el empuje a escapar del ambiente familiar y del silencio de Recanati. A los 19/20 años, frustrada su fuga, se dedica a escribir furiosamente. La mayor parte del Zibaldone es de entonces y observa el mundo de soslayo, olvidando su “mirada microscópica”.

Cuestionó la religión, la razón, separó con dignidad sus males de su producción como filósofo, filólogo, traductor y poeta. Un ejemplo:

“Por la pusilanimidad de los hombres, que necesitan estar persuadidos del mérito de la existencia, se han considerado mis opiniones filosóficas como el resultado de mis sufrimientos personales, y se obstinan las gentes en atribuir a mis circunstancias materiales lo que solo se debe a mi entendimiento”.

Viajó, vivió en Roma, Bolonia, Florencia, Pisa y Nápoles siempre acogido por alguien. Nunca dejó de escribir, viajó siempre con su mamotreto, en el que escribía a diario y a veces varias veces al día.

Su biógrafo lo compara con Tolstoi, tal vez por su producción escrita y su energía para viajar a pesar de su enfermedad. Yo lo pongo en serie con Schreber, y Joyce por la estabilización lograda por la escritura. (Giacomo 1789-1837, Schreber 1842-1911, Joyce 1882-1941).

Leopardi supo hacer con su sinthome, la escritura le permitió salir de la experiencia de vacío subjetivo y encauzar la deriva infinita de su pensamiento. Tal vez aquella “indiferencia” de la infancia, con la que se adaptaba a las exigencias familiares y requerimientos sociales de clase, de la época, le ayudó a aceptar su destino. Dirá:

  • La paciencia es la más heroica de las virtudes justamente porque no tiene ninguna apariencia heroica. (1820) 22 años.

La mención del Zibaldone y su autor no es casual si tenemos en cuenta que Miller dirá que Piezas Sueltas será un comentario del Seminario 23, El Sinthome, en el que Lacan va de “De la mano de Joyce”, título del segundo capítulo y un tema sobre el que tal vez dice que retomará.

Como pensar los dos aspectos de su escritura?, el Zibaldone, secreto, donde anotaba sus reflexiones, apreciaciones, análisis sobre distintas cuestiones y la poesía, con la que hizo lazo con los otros. La poesía no fue su primera escritura, primero fueron las traducciones, luego el Zibaldone, siempre su diario, y después las cartas y la poesía, que como dice Lacan, “es creación de un sujeto que asume un nuevo orden de relación simbólica con el mundo”.Tal vez es el Zibaldone la “pieza suelta” de Giacomo Leopardi, lo que trabó su ex sistencia? En el uso que hace de la escritura secreta, opera el Zibaldone como el “secretario del alienado”?.

Giacomo Leopardi murió en Nápoles, lejos de Recanati como deseó, en brazos del que fue su último amor, el protector, benefactor y amigo Antonio Raineri, un bello napolitano, muy mujeriego, al que dejó como herencia expresa el Zibaldone. Cuentan que muerto Giacomo, Raineri se convirtió en la sombra de lo que había sido.

Cinco años antes morir, en 1832, Giacomo escribe:

  • “Dos verdades que los hombres en general no creerán nunca: la una el no saber nada, la otra no ser nada. Añade la tercera, que guarda gran independencia con la segunda: el no tener nada que esperar tras la muerte”.

 

 Marta Mora. Social Sede Madrid de la ELP. 

 

 

 

 

 

 

Referencias bibliográficas:

Giacomo Leopardi. Zibaldone. Gadir, Madrid, 2010

Giacomo Leopardi. Zibaldone II. Gadir, Madrid, 2010

Pietro Citati. Leopardi. Acantilado, Barcelona, 2014

 

Hay 0 comentarios