Raquel Taranilla relata su experiencia del diagnóstico, tratamiento y postratamiento del cancer, un linfoma no-Hodgkin que rompió el curso de su vida de doctoranda urbana europea. Padecer cancer es la versión paradigmática de «crisis vital» del hombre contemporaneo. Desde una enunciación que se mantiene como propia, al mismo tiempo pretende ser la de cada uno de los sujetos cuyos cuerpos deben pasar por la experiencia de ser desubjetivados por la medicina en aras a su curación. Hay en todo el libro una tensión entre lo más singular de la experiencia y lo compartido de ella. Su relato fragmentario está trufado del saber que la precedió (Sontag, Foucault) en el que en ocasiones se apoya para criticarlo o afirmalo. Se trata de una experiencia que la hace cuestionarse precisamente su relación con el cuerpo propio y con su identidad que hace vacilar sus identificaciones. Lejos de cualquier sentimentalismo o heroicidad, que ella rechaza como imperativo impuesto a los enfermos de cancer, es un testimonio en el que se escucha bien que el cuerpo es el Otro: «mi cuerpo en mis manos sigue siendo un extraño» afirma confrontada a las manipulaciones de autoreconocimento que es invitada por los médicos a practicar para la detección de posibles recaídas.
Si, Taranilla construye un relato de la experiencia que va desde la confianza yoica de que su identidad incluye a su cuerpo, su imagen y su goce, a una despersonalización en la que cede el cuerpo a la técnica y las manipulaciones médicas para mantenerlo con vida, hasta la experiencia de su alteridad radical en la que lo extraño, lo extranjero, del propio cuerpo es intrinseco a la vida del ser hablante y que se trata de encontrar el modo de vivir con y en ello.
La literatura de testimonios de las llamadas «experiencias vitales» está en auge y en especial cuando se trata de situaciones de crisis o traumáticas. Los podemos situar en la estela de los testimonios de la experiencia de las deportaciones y los campos de la muerte del nacismo. En el horror del holocausto, desde su indecible, se ancla un modo de enunciación del sujeto moderno que parte del trauma. Son testimonios como tratamiento del trauma. No todos los relatos de experiencias vitales son iguales y ello no solo porque no se pueden comparar los traumas. Situar la enfermedad como traumática, como crisis vital, implica una posición previa de dominio sobre la vida y el cuerpo del que solo es capaz el hombre contemporaneo.
Montserrat Puig. Miembro ELP y AMP.
Taranilla Raquel, Mi cuerpo también ed. Los libros del lince col. Literaturas Barcelona 2015
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