Alexander Stevens dice “la adolescencia es el síntoma de la pubertad”. Entendemos que la entrada en la madurez sexual tiene que ser sintomatizada y si es así quiere decir que algo de lo real ha venido a dejar su marca.
Se tienen que dar algunos pasos para acceder a un estadio sexual “consolidado”.
El niño se había quedado a la salida del Edipo con una primera versión de cómo hay que manejarse en asuntos amorosos. El niño se identifica al padre como el que tiene. Esta identificación es el Ideal del yo. La niña ha de hacer otro camino. Reconoce a aquel que lo tiene y va a buscarlo. Sabrá en adelante a quién pedírselo.
Recordemos que ya en Freud para la niña el camino es diferente. Hubo una etapa anterior al Edipo en la que la relación con la madre es intensa y está marcada de una peculiaridad: la demanda. Recordemos aquella queja de la niña, relatada por Freud, en la que lamenta no haber recibido bastante de la madre. No le dió bastante leche, la hizo incompleta, a diferencia del hermanito que venía con todos sus miembros. Por tanto la niña venía también dotada de menos amor.
La cosa culmina cuando comprende que la madre tampoco lo tiene , entonces se vuelve hacia el padre y llega al momento descrito como que sabe quién lo tiene y donde ir a buscarlo. La niña atraviesa el Edipo y sale sabiendo donde ir a buscar el falo.
Pero ha quedado un fleco. De la relación con la madre en la que no recibió porque no había queda también una herencia. Bajo la forma sintomática se llama estrago. En este momento es la relación madre-hija la que se sintomatiza bajo la forma del estrago. Le he llamado momento por momento lógico, porque esta querella con la madre puede durar toda la vida. Veremos después qué vías puede tomar.
Aunque no todo de lo femenino ha de ser sintomático. Hay otro aspecto de esa porción de goce que no pasa por el Edipo, con lo cual no es fálica, que se relaciona con el no tener y le permite a la niña otras invenciones como son aspectos de la soledad, misticismo, experiencias extáticas…
Llega la etapa de la latencia. Como sabemos, da la impresión de que niñas y niños no se ocupan para nada de lo sexual. Bueno, las niñas en su vertiente fálica juegan con muñecas… Si no observáramos más allá, diríamos que se le ha pasado toda aquella inquietud. Pero sabemos que habrá un despertar irrumpiendo en el apacible sueño de la latencia.
Se producen cambios en el cuerpo, también en el organismo. Se producen cambios en los otros de edad semejante y todo se vuelve raro y desconocido.
En el “Prefacio al Despertar de la primavera” sobre la obra de Wedekind, Lacan nos deja entender que hay varios tiempos que articulan el despertar.
En primer lugar hay que tender un velo. Debe haber toda una representación onírica que vele lo real y que permita fantasear. Más todavía, que permita la función del enigma. Es decir que permite una entrada de lo sexual a lo inconsciente. El velo velará la nada de la relación sexual. El chico se preguntará “¿lo tengo?” y la chica se preguntará “¿lo soy?”
A su vez el velo será pantalla para proyectar lo imaginario de todas esas fantasías oníricas.
En un segundo momento el velo se rasga e irrumpe el goce como heterogéneo. Entiendo que aquí se sitúa el segundo momento del trauma del que nos hablaba Freud. Decía que había un primer momento en la infancia, un encuentro traumático y situaba el segundo en la adolescencia cuando ya las cosas se plantean de modo definitivo.
Deben retomarse ahora las impresiones y conclusiones generadas por el niño/niña. Sus esperanzas y desengaños, sus fantasías, sus preguntas y toda la producción imaginaria reaparecen como fruto de la experiencia infantil y se repiten, pero también algo nuevo debe producirse. Este segundo momento del trauma enfrenta a una realidad que ya obliga a tomar posición sexual desde la cual relacionarse a un partenaire.
El adolescente debe nombrar su nuevo ser y hacer con él lazo social. Insisto en que algo de lo infantil se repite, pero algo nuevo también debe surgir en la invención de un nuevo lazo pulsional. En el Seminario X Lacan habla de la adolescencia como el momento de maduración del objeto a.
Es ahora en esta operación de simbolización de lo que se encuentra como heterogéneo, del goce, que se formula el síntoma. Porque no todo se simboliza. Son diferentes maneras de nombrar lo mismo, diferentes aspectos. Simbolización, sintomatización, invención son significantes que quieren dar cuenta del encuentro de un joven con su nueva realidad.
Cuando hablamos del objeto a, o de tener o ser el falo estamos hablando de una parte de la sexualidad. La que comparten chicos y chicas. Ahí la diferencia entre chicos y chicas es tenerlo o serlo. Pero hay un más allá del falo que afecta a las chicas (también a los chicos), pero a ellas en mayor y más evidente medida. Se trata del aspecto no-todo fálico de la niña. La que no pasó por el Edipo. La parte de goce que no condensó el objeto a, y que a mi entender no se somete a la etapa de la latencia, sino que está desde su inicio presente a su manera. Se trata del goce femenino. En el nuevo momento de la adolescencia, ¿qué pasa con el goce femenino?
En su aspecto sintomático, el estrago, la chica ha pasado su demanda de la madre al partenaire. En definitiva el estrago se produce por una demanda infinita insatisfecha e insatisfacible de que él le dé lo que a ella le falta. Imposible.
Se lo pide a través de la demanda de amor. Requiere las palabras que le den un nombre a cambio del significante que a ella le falta. Y lo exige de una manera insistente, empecinada. Ella a cambio “no tendrá límites en las concesiones” que le haga a él. Como se ve es una deriva muy peligrosa y que da lugar a las escenas que oímos en las consultas de queja, exigencia, celos y entrega de su integridad. Siempre al acecho del signo de amor.
Y al amor quería ir a parar. El amor es la otra vertiente del goce femenino. Para gozar la mujer ha de amar. No es algo que se produzca como nuevo en la adolescencia. La niña ya amó, pero ahora aparece el aspecto sexual efectivo y ha de anudarse todo de nuevo.
Ahora podrá vivir el amor en arrebato y quedar deslumbrada por el partenaire. Modos femeninos del amor. Pero para eso harán falta las palabras de él. Hace falta que él le hable o al menos, hable de ella.
Aquí es donde viene mi pregunta de hoy. ¿qué pasa con todo esto en tiempos de internet? Face-book. Whats app… Parecería que tratándose de un medio virtual la predominancia fuera de las palabras, simbólica. Pero no. Chicas adolescentes y también mujeres me han hablado de las relaciones virtuales que mantienen con desconocidos o poco conocidos. El fuerte de la relación es virtual. Y el fuerte de la relación está en el límite de la pornografía. Interviene la cámara skype.
Estas chicas se pliegan absolutamente a las demandas masculinas de obtener satisfacción sexual a través de las imágenes y en todo caso, del aspecto más crudo de la palabra.
No puedo decir que para ellas no se produzca un encuentro. Lo que sí he podido constatar es que quedan anhelantes de otra cosa. Si él le dirá algo…, si la volverá a llamar…, si quedará alguna pregunta…
En realidad lo que se evidencia es que el goce es Uno. Que no es compartido. Es una buena ejemplificación de la enseñanza de Lacan. Cada uno en su casa con su propio goce fálico.
Pero en la sexualidad femenina no se trata de ese tipo de goce. La sexualidad femenina requiere experimentarse como Otra para sí misma a través del partenaire. Y eso ha de pasar por el amor. Muy difícil con un desconocido. Más difícil todavía con una pantalla por medio. No he escuchado ningún caso.
Ahí entiendo que se produce una crisis actual, fruto de las nuevas tecnologías. ¿Cómo desarrollar la vertiente más femenina de una adolescente si no se cultiva la palabra de amor? No tengo respuesta. Creo que las condiciones actuales lo que enfatizan es la vertiente fálica en las chicas.
Gabriela Alfonso. Valencia
Presentado en Espacio Central de la Sede de Valencia: Crisis ¿Qué dicen los psicoanalistas
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