La palabra crisis está en boca de todos, cada uno tiene su versión de lo que está en crisis: el modelo económico, los valores, las identidades… Crisis es un trending topic tan extendido que invita a preguntarse: ¿Crisis?, ¿qué crisis?
Porque en efecto, ¿de qué crisis se trata? Basta con abrir cualquier página de noticias, virtual o de papel, para ver que bajo este término hay un intento de alcanzar, de nombrar, algo cuya existencia es bien real porque afecta a los cuerpos.
Lo que afecta a los cuerpos está hecho de la materia de la que están hechas las palabras, por eso el psicoanálisis hace valer su derecho de entrar en conversación con la civilización.
La orientación lacaniana ha podido situar la crisis que es efecto de la entrada en la hipermodernidad, con la fractura del orden simbólico, la caída de los grandes ideales y su sustitución por la fabricación y el consumo de toda clase de objetos para una satisfacción inmediata y autística.
La crisis del orden simbólico y el desorden en lo real de las satisfacciones signan la salida del reinado del padre, de la época en que los sujetos se encomendaban y se regían, aún sin saberlo, según los designios de un Gran Otro. Hace tiempo que estamos en el más allá del Edipo.
El Edipo, el Padre, el Gran Otro, ya no son lo que eran y no volverán a serlo. Ahora nos encontramos regidos, capturados, por el Big Pharma, el Big Data, el Big Money. La ciencia y el capitalismo dominan la escena, y la alianza de ambos socava sin cesar el lazo social e incluso la dignidad de lo humano. El avance de estos discursos conlleva la aparición de toda clase de recursos para abolir la subjetividad. El desarrollo de las tecnociencias, de la cifra y la estadística, de la producción generalizada de objetos que promueven el goce autista y las adicciones, todo ello no es sin consecuencias.
Amplios sectores de la población que viven desprotegidos en el umbral de la pobreza, la segregación de lo diferente, los totalitarismos fundamentalistas, son expresiones de esta crisis del orden simbólico, manifestaciones de un imposible de soportar, de lo real.
En los sujetos la crisis se produce cuando alguien se encuentra sometido a un imposible de dominar, de “gestionar”, a un imprevisto insoportable, cuando se confronta con algo que divide, supera y empuja a buscar una salida. El problema es qué salidas va a encontrar a su alcance.
Y es que la dignidad de las personas queda tocada cuando éstas se encuentran consideradas únicamente desde el punto de vista de las cifras: no hace falta ser griego para saberlo. Y el dolor también pierde algo cuando no se lo considera un elemento singular y original, que puede decir algo de la verdad de cada uno, sino una molestia, algo a hacer callar.
El síntoma charlatán que descubriera Freud se ha transformado: no porque él haya dejado de hablar sino porque los sujetos están demasiado medicados o demasiado entretenidos con sus gadgets para escucharlo. Es Edipo pasando de la Esfinge, el enigma ya no atrae.
Lo que engancha es el objeto con el que cada uno trata de distraerse. Distraerse de las preguntas fundamentales de la vida para las que no hay respuestas encapsuladas: cómo hacer con el sexo, con el amor, con el cuerpo, con la muerte… Para todo esto Big Data, Big Pharma y Big Money sólo ofrecen más y más objetos. Ellos son ahora nuestros síntomas, basta ver el tiempo y la energía que les dedicamos.
Por eso para el psicoanálisis una crisis es un faro de lo real. Esto significa que podemos hacerlo funcionar como un indicador, como una brújula.
Krisis significa, en su etimología griega, oportunidad. Así, no resulta extraño que el psicoanálisis sea amigo de la crisis. Amigo en el sentido de que la conoce, la respeta y sabe servirse de su potencial.
Por esto lo peor de una crisis no es solo el hecho de padecer sus efectos sino, sobre todo, dejar que se convierta en fallida, cuando no se aprovecha la oportunidad de leer en ella. Para el psicoanálisis leer es abrir, abrir la puerta a la interrogación, al cuestionamiento.
Los psicoanalistas tenemos la responsabilidad de sostener la oferta de esa experiencia inédita que es emprender un análisis. Una oferta que es actual y subversiva porque abre a lecturas originales, diferentes, de lo que pasa en lo social y en lo personal.
Pero los psicoanalistas no pueden ni quieren estar solos en esa tarea de lectura civilizadora. Otros muchos están convocados allí, cada uno desde lo específico de su disciplina, de su campo y de su deseo: los creadores y los artistas, los médicos y los científicos, los educadores y los trabajadores del campo social, los hombres y mujeres políticos, los periodistas, los filósofos…
Lo que la crisis dice para el psicoanálisis es: manos a la obra, ¡hay mucho por hacer!
Las Jornadas se tejerán a partir de los siguientes hilos de trabajo:
– Falsa ciencia y abolición del sujeto, ¿por qué no nos quejamos?
– Tragada la píldora, ¿dónde hay efectos de retorno?
– Urgencias subjetivas, ¿qué queda después?
– Familias, ¿para qué servís?
– Parejas de usar y tirar, ¿qué dicen ellas?, ¿y ellos?
– Crisis de lo hetero: ¿todo autoerótico?
– Niños, ¿en qué soñais?
– Adolescentes, ¿de qué os quejais?
– Educar, ¿dónde está hoy lo imposible?
– Del Malestar en la Cultura a la krisis de la civilización, ¿qué ha cambiado en los sujetos?
– Crisis de la política, ¿hasta dónde se puede renovar la democracia?
– Capitalismo, ¿en crisis?
– Leer, escribir, ¿qué hay de nuevo?
– Creación artística, ¿qué caminos se abren?
– La experiencia de hacer un psicoanálisis, una crisis orientada
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