BLOG CRISIS: -Con ocasión del las Jornadas del Campo Freudiano en Barcelona realizadas en el año 1985, E. Laurent afirmaba:

“Sabemos que en los medios analíticos no es precisamente el lugar donde los efectos imaginarios son más apacibles. Al contrario, se ve muy bien cómo después de un análisis no están apaciguados, y que siempre hay reproches y quejas- el otro está mal analizado. Pero para cada uno hay momentos en los que , en cierta manera, está mal analizado. Hay retornos de estos efectos yoicos; hay algo de lo real en el yo que siempre produce efectos en la extensión del análisis. Diría que lo que se puede alcanzar en el análisis es precisamente saber que hay algo de lo real en esto, y que hay que respetarlo”.

Han pasado 30 años, ¿qué reflexión acerca de las crisis y la Escuela, te suscita esta cita?

 

CARMEN CUÑAT: -Este comentario de Eric Laurent lo encontramos como respuesta a una pregunta que se le hizo al final de una sesión del Seminario de Campo freudiano en Barcelona que estaba dedicado a comentar el escrito de Lacan “Variantes de la cura tipo”. Luego se publicaría en la editorial Manantial con el título “Carácter-Ego-Sujeto”[1]

La pregunta era la siguiente: “¿Podría analizar el yo como nudo entre el psicoanálisis en intensión y el psicoanálisis en extensión?”[2]

En efecto, en un momento de su comentario Eric Laurent plantea lo siguiente: “¿Cómo articular los efectos del análisis con lo que puede decir ese sujeto al final sobre lo que fue su análisis –en extensión, a los demás del grupo – y con lo que puede hacer en su práctica?. Hay una gran dificultad para articular estos tres tipos de posiciones del orden de la subjetividad. El estatuto final del yo es una cuestión esencial, y lo sigue siendo para articular bien ese nudo entre la intensión del análisis y su extensión, entre las posiciones del analizante y del analista”[3]

Para dar cuenta de esta cuestión, E. Laurent prosigue con su lectura del escrito de Lacan pero sobre todo poniendo el acento, como ha sido siempre su gusto, en la historia del movimiento analítico. Señala entonces cómo Lacan se interesa por Wilhelm Reich. Primero por proponer “una objetivación de las estructuras de carácter”[4], pero sobre todo por ser el primero en poner en relación la personalidad y el síntoma.   E. Laurent plantea que no hay posibilidad de análisis sino no se hace presente el síntoma y ello para oponerse a la tendencia que aparece ya en ese momento de olvidarse del síntoma en pro de “los trastornos de la personalidad”[5]. Pero lo interesante de la aportación de W. Reich es que plantea que al final del análisis hay un limite pues no se puede producir una modificación del carácter, “hay que contentarse con modificaciones cuantitativas”[6]. Lacan, sin embargo, añade E. Laurent “va a tratar de pasar más allá de este límite, de este callejón sin salida del análisis del carácter, tratando de separar lo que corresponde al registro imaginario de lo que corresponde al registro de lo simbólico”[7]. Pero adelantándose a lo que Lacan elaborará muchos años después de este escrito, E. Laurent señala también que no se trata, en efecto, de intentar cambiar la personalidad o el carácter sino de alcanzar con el análisis un “orden de subjetividad” que “ayude al analizante a utilizar su síntoma”[8]. Esta concepción del análisis no estaría regido por el afianzamiento de las identificaciones sino por “la subjetivación de las condiciones de goce”.

Quizás, ahora, estamos en condiciones de dar un paso más sobre estas propuestas de hace 30 años para dar cuenta de “lo real del yo que hay que respetar” que E. Laurent plantea en su respuesta, dejando la cuestión abierta. A partir de las elaboraciones sobre Joyce, de Lacan, de J. –A. Miller y del mismo E. Laurent, podemos decir que el yo mismo puede tener función de sinthome, en el sentido de constituirse en un escabel donde alzarse, cuando el imaginario del cuerpo desfallece, como ocurre por ejemplo en el caso de Joyce. O, en el caso de la neurosis, si se puede decir, la imagen narcisista se alza para hacer olvidar que tenemos un cuerpo que goza por si solo. En este caso, señala J.-A. Miller, “analizarse es trabajar en la castración del escabel para revelar el goce opaco del síntoma”

En cualquier caso, a partir de la última y muy última enseñanza de Lacan, abordar al yo como pura instancia imaginaria, parece resultar insuficiente, pues se plantea como una instancia no tanto de desconocimiento como de anudamiento. La última enseñanza de Lacan, nos invita a no reducir lo imaginario al yo y a tomarlo en su relación con el cuerpo, lo imaginario es el cuerpo. Desarrollando estas premisas, J.-A. Miller terminará diciendo: “Uno se pregunta cómo alguien que fue analizado podría imaginarse todavía que es normal”[9]

Pero todas estas elaboraciones no hubieran sido posible si Lacan no hubiera apostado por plantear una experiencia de análisis donde fuera posible llegar a un final lógico del análisis que pudiera dar cuenta de la producción de un analista. La historia del psicoanálisis nos muestra que muchos se quedaron en el camino, con respecto a lo primero y con respecto a lo segundo.

Lacan fundó su Escuela con ese fin, y sabemos que el camino no fue fácil. En el seno de la Escuela misma las grandes crisis se han ido sucediendo ante todo cuando se ponía en juego la cuestión del final de análisis, y más concretamente la cuestión del Pase. No sólo en relación a la puesta en marcha de este dispositivo que serviría para acoger los resultados del análisis, sino también en relación a las consecuencias de su instalación.

La Escuela en España se cuajó en los grupos analíticos que tuvieron una función primordial. No eran en principio grupos de amigos sino grupos de estudio que tuvieron la función de cobijar a todos aquellos que querían saber del psicoanálisis y que no tenían otro lugar donde acudir. Luego, en efecto, se cuajaron amistades, identificaciones horizontales y verticales y también connivencias y rivalidades. Es decir, los grupos tomaron consistencia.

La fundación de la Escuela hizo crisis en los grupos forzosamente. Puesto que trajo consigo la distinción entre jerarquia y grado, la permutación, el trabajo en carteles (grupos de estudio que empiezan y se terminan), la posibilidad de controlar la practica (no en grupo), y trajo consigo el Pase, que obligatoriamente ponía a prueba a los analistas ya establecidos.

Pero ha habido las grandes crisis y también las crisis cotidianas, debidas a la convivencia diaria en la Escuela. Bajo la bandera de la democracia se olvida que aún en la Escuela, se pueden afianzar grupos de poder (quizás en nuestro caso sostenidos en el poder de la transferencia) que van muy bien para aplastar a las minorías. Es decir, que el S1, la autoridad que se intenta rechazar puede volver por la ventana. En la crisis del 98 estaba también eso en juego. Se trataba de reconocer o no una “autoridad autentica” en la que confiar. Pero esa llamada a la autoridad se escabullía bajo el enunciado “Yo solo reconozco a Lacan”. A esto sólo cabía una respuesta: Lacan no se podía levantar de la tumba para pedir cuentas sobre en qué se le reconocía. Y fue necesario que ese enunciado fuera interpretado como el amor del neurótico al padre muerto, y esto no fue sin crisis.

En cualquier caso, la Escuela, léase, el Conjunto de las escuelas de la AMP fue y sigue siendo una salida de la crisis en los grupos.

Hay que recordar lo que dice Lacan en 1972, en “El Atolondradicho”[10]. Una vez que Lacan ha establecido la estructura de los cuatro discursos y ha definido los elementos que están en juego, una vez que plantea su hipótesis de que lo que hace lazo social es el discurso, se deprende, como él dice, de la necesidad de grupo: “Mi empresa parece desesperada”…“Es imposible que los psicoanalistas formen grupo”. El “discurso analítico es aquel que puede fundar un lazo social limpio de toda necesidad de grupo”…“No me ando con miramientos”, continua: “miro el efecto de grupo según lo que añade de obscenidad imaginaria al efecto de discurso”…“Lo imposible del grupo es lo que en él funda lo real que equivale a la obscenidad imaginaria misma”..“de ella vive como grupo”. “Vida que preserva la IPA y que pretendo proscribir de mi Escuela contra los ruegos de algunos. No es importante que sea difícil para quien se instala en un mismo discurso de manera distinta a vivir en grupo. Lo que convoca a esa muralla del grupo es la posición del analista definida por su propio discurso”…“He perdido a mucha gente, pero no seré yo el que venceré es el DA el que vencerá”.

Para salir del malestar grupal parece entonces útil y necesario asegurarse de hacer subsistir el discurso analítico. Crisis ha habido también cuando no se ha tomado la medida de lo que significaba dejarlo por un momento de lado. Quizás fue esta una de las razones de la llamada “crisis de los CPCT”.

Pero no estamos exentos de la crisis en la Escuela, aunque hayamos puesto todo nuestro esfuerzo en asegurar el discurso analítico, el psicoanálisis en intensión, como se decía antes. Ya no nos preocupa tanto si alguien está mal o bien analizado. Pero ¿cómo se soporta o cómo se consiente a “lo más singular de cada uno”, tal como el Pase en la actualidad se propone despejar?

Por otro lado, el momento actual de la civilización no nos permite refugiarnos en la Escuela, nos empuja más bien a la extensión del psicoanálisis y, sin duda, nos expone a la crisis.

“El psicoanálisis es amigo de la crisis”[11] dice J.-A. Miller, en una entrevista y da sus razones para sostenerlo, pero también señala, como en otras ocasiones, que la tarea del psicoanalista de la Escuela es propiamente la de “nombrar la crisis”, es decir , que la crisis tome valor de síntoma y luego “¡basta de crisis!”[12].

 

Gabriela Medin pregunta a : Carmen Cuñat. Miembro ELP y AMP. Madrid.

 

[1] Laurent, E.: “Carácter-Ego-Sujeto” en El Significante de la transferencia, Manantial, B.A. 1991.

[2] ibid p. 28

[3] ibid p.9

[4] ibid p.10

[5] ibid p.10

[6] ibid p.11

[7] ibid p.11

[8] ibid p.12

[9] Miller, J.-A.: “El inconsciente y el cuerpo hablante”, presentación del tema del X Congreso de la AMP en Río de Janeiro, 2016 en Blog AMP.

 

[10] Lacan, J.: “El Atolondradicho” en Otros Escritos, Paidós, B.A. 2012, pp. 499-500

[11] Miller, J.-A. : “Entrevista en la revista Marianne sobre La Crisis financiera” en Revista El Psicoanálisis 27, ELP, Madrid 2015.

[12] Ibid p. 19

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