Género y “crisis”.

Como ha señalado G. Briole en su presentación en la sede de Barcelona, bajo el título “El trauma: momentos de crisis por excelencia”[1], el término “Crisis” no pertenece a la jerga psicoanalítica, aunque no por ello, pierda seriedad o nos cause indiferencia tratarlo en sus múltiples expresiones.

Para darle un marco, podemos considerar, apropiándonos de él, que desde el psicoanálisis hablamos de crisis cuando lo que está en juego es un desorden de lo real y donde aparece como efecto un “sin ley”. Es decir, cuando los parámetros simbólicos conocidos que permitían situarnos y nos alumbraban como un faro, (dando toques de luz y de sombra) se han perdido o aún más, su luz es tan tenue que ya no nos sirve, aunque sea por sus contrarios, para orientarnos.

La frase nostálgica “las cosas ya no son lo que eran”, hay que poder soltarla. Es tiempo de volver a ver, incluyendo los momentos de antaño “de comprender y de concluir” en la recámara.

Hablamos entonces, ya no sólo de una crisis en la realidad, sino de una crisis de lo simbólico.

El significante NP, como guía del camino está cuestionado. En otros tiempos actuaba como una brújula, señalando el camino sobre la posición sexual y la elección de objeto. Ahora, no lo sigue haciendo de la misma manera, ni aparece bajo la misma creencia de un mismo modo de distribución en la lógica de “un-para-todos”.

Hoy, ha favorecido la proliferación de varias maneras de llevar a un límite la experimentación del cuerpo, incluidos en una serie del uno-por-uno en el campo de la sexualidad, que empuja a ser leído, desde el lado de la nostalgia, como una “crisis” de lo conocido o el encuentro con la inefable y voluble manera de experimentar la sexualidad.

Aparece en este contexto, una proliferación de modos de vivir la sexualidad que pone en primer plano y en exclusiva la experimentación directamente en lo orgánico, y las teorías Queer se apropian de ese espacio.

Bajo esta lógica, no sólo se han quedado en líneas discontinuas los bordes simbólicos que alojaban como cajones los constructos del género de lo femenino y lo masculino, sino que sostienen y promueven que lo anatómico quede desprendido de lo simbólico.

El sociólogo español Javier Sáez[2] lleva tiempo trabajando e intentando pensar la conexión del psicoanálisis con la teoría Queer.

En su texto[3] nos enfrenta a cuestionarnos si podemos, desde el psicoanálisis, seguir hablando de “homosexualidad/heterosexualidad”. Y relanza su propia interpretación: “la teoría queer es el síntoma del psicoanálisis, en tanto, funciona como un silencio que expresa que de eso, no quiere saber nada”[4]

La teoría Queer, surge a fines de los años 70 en EE.UU. y es en los 80 y 90 cuando se extiende por Europa. Un grupo reducido de personas empiezan a compartir el hecho de sentir no encajar en lo que llaman las rígidas categorías de lo “gay”, lo “homosexual y las lesbianas”, movimiento conocido como LGBT.

Miller[5], sitúa en su diferencia, la posición de “lo gay” y “lo queer”. Reprochando a lo gay quedarse en los bordes del significante-amo-masivo en relación al universal y a la ley, es decir, en los límites del Edipo. “En éste más allá del Edipo, la teoría queer y el psicoanálisis lacaniano, parecen darse la mano”[6].

Como expresa Paul B. Preciado, Filósofo y reconocido Curador de Arte y una de las principales voces de la teoría queer en España, el significado del término queer, señala en sus inicios lo bizarro, extraño, enfermo, y anormal. No es azarosa esta elección. Hubo desde el inicio la elección de la palabra queer, que incluía connotaciones de insulto, con la intensión de apropiarse de la injuria queer, para hacer de ella, un lugar de acción política y de resistencia a la normalización con fines de intervención cultural. “Eran queer el tramposo, el ladrón, el borracho, la oveja negra y la manzana podrida pero también todo aquel que por su peculiaridad o por su extrañeza no pudiera ser inmediatamente reconocido como hombre o mujer”[7]

Preciado añade lo que parece ser la clave. La palabra queer no parecía tanto definir una cualidad del objeto al que se refería, sino indicar la incapacidad del sujeto que habla para encontrar una categoría en el ámbito de la representación que se ajuste a la complejidad de lo que pretende definir. Por tanto, desde el principio, queer es más bien la huella de un fallo en la representación lingüística que un simple adjetivo. “Ni esto, ni aquello, ni chicha ni limoná…queer”. Lo que de algún modo equivale a decir: “aquello que llamo queer supone un problema para mi sistema de representación, resulta una perturbación, una vibración extraña en mi campo de visibilidad que debe ser marcada con la injuria”[8].

Uno de los cuestionamientos que el movimiento Queer dirige al psicoanálisis se basa exclusivamente en lecturas freudianas. Acusan al psicoanálisis de “falocentrismo”, situando la distribución de los sexos a partir del goce del Uno, el goce fálico y su distribución en los contrarios.

Si bien, se evidencia el desconocimiento, cuando con Lacan, en los mismos años 70, una vez que la supremacía del falo y la importancia dada al Nombre-del-Padre en su primera enseñanza pierden fuerza introduce el goce y sus modalidades en juego. Enuncia allí las fórmulas de la sexuación[9], a partir de las cuales hombres y mujeres se distinguen por su modo de goce, independientemente de su elección de pareja sexual.

Hay un punto, sin embargo, donde el psicoanálisis y la teoría queer parecen darse la mano, abandonando el gender. Del lado de la teoría queer, se considera que lo biológico no determina el sexo y el género de una persona. Definiéndolos como espacios plásticos y consideran al gender, como una construcción social.

Lo que parece jugar en la teoría Queer es la búsqueda de una nominación a partir de un modo de goce sexual particular mediante prácticas anti-género y auto-experimentaciones variadas (prácticas masoquistas, tratamientos del cuerpo con hormonas y piercings, talleres de drag queen, lesbianismo, prácticas gay, transgénero, utilización de juguetes sexuales diversos, etc.) quedando por fuera, todo lo que haga de norma o categorización.

Aparece en primer plano, la búsqueda de un goce autoerótico, solitario, tomando formas experimentales. Como explica P.B. Preciado, cuando hace una descripción de su propio proceso de cambio de nombre, lo que denomina “habitar la masculinidad” con el goce político que para él implica. Plantea una suerte de “autoexperimentación con ejercicios de reprogramación del género”. Explica que no se trata de someterse a una cirugía para el cambio de sexo, porque eso implicaría de base reconocer el género, sino mediante la aplicación de hormonas para experimentar cambios.

El psicoanálisis por su parte, tomando los desarrollos de Lacan, introduce el término “sexuación” para ubicar la cuestión más allá de la identidad, puntuando que se trataría, de otra cosa. Porque por un lado, el sujeto del inconsciente, como tal, no tiene sexo. En cuanto a su realidad sexual, es decir, al “tipo ideal de su sexo” el sujeto debe producir una suerte de “adopción”, o de elección, estrechamente relacionada con un tiempo lógico, que sólo imaginariamente da la impresión de coincidir con el desarrollo. En este proceso de adopción del tipo ideal de su sexo, las identificaciones están presentes, si bien no lo son todo. Entra a jugar aquí, la categoría de lo real del goce, que resiste por estructura a quedar absorbido bajo las identificaciones, tanto imaginarias como simbólicas[10]. Este proceso no se hace en soledad, implica necesariamente la referencia a Otro sexo.

La posición del sujeto hombre y el sujeto mujer no es simétrica, para ella, el proceso de sexuación consiste en “hacerse otra”, para el partener, y para ella misma. Goce fálico y goce Otro.

“Porqué resignarse a habitar un solo género en toda una vida, pudiendo experimentar otros?” se pregunta Preciado. Habitar un género u otro, bascular por decisión.

Qué la lógica simbólica fluctúe, no debiera sorprendernos ni hacernos quedar delante de la “crisis” del antiguo paradigma como ante un trauma (hueco que no permita maneras de responder o guardar debajo de la alfombra las nuevas expresiones que algunos grupos elijen para vivir y experimentar la sexualidad). Sino más bien, hay que poder mirar y escuchar para ver que está en juego y con su denuncia, que están diciendo.

Podemos pensar, que el psicoanálisis, hace intentos para dar lugar a lo que acontece. Son sus maneras de enfrentar las diferentes crisis o cortes e interrupciones que la misma realidad y sus cambios nos enfrenta, e intenta hacer lecturas mediante la articulación de los tres registros y sus varios nudos, cuando las teorías queer se quedan fascinadas en el instante de experimentar el goce autoerótico dentro de una lógica de un baile en solitario bordeando los límites del organismo.

 

Victoria Lafourcade. Cataluña. (Este trabajo ha sido realizado en el marco de la Comisión Bibliográfica)

Referencias bibliográficas

  • Berenguer, E. “Sexuación: la no identidad del sexo”. Disponible en: http://www.raco.cat/index.php/Lectora/article/viewFile/205448/281462
  • Blog Parole de queer. “Historia de una palabra”. Texto de Paul B. Preciado.

http://paroledequeer.blogspot.com.es/p/beatriz-preciado.html

 

  • Blog Parole de queer “La importancia de llamarse Paul”. Texto de Paul B. Preciado.

http://paroledequeer.blogspot.com.es/2015/06/la-importancia-de-llamarse-paul.html

  • Briole, G. (2015) “El trauma: momentos de crisis por excelencia”. Presentación en la sede de Barcelona.
  • Lacan, Jacques. Seminario XX, Aún. Ed. Paidós, Barcelona
  • Miller, J.A. “Des gays en analyse?”. La Cause Freudienne Nro. 55. Oct. 2003, p.85.
  • Rodríguez, M.P. (2013). “Lacan, las homosexualidades y los queer”. Nodvs. Disponible en: http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=486&rev=59&pub=0
  • Sáez, J. “Teoría queer y psicoanálisis”. Ed. Síntesis. Madrid, 2004

 

 

 

 

Victoria Costa Lafourcade.-

 

[1] Briole, G. (2015) “El trauma: momentos de crisis por excelencia”. Presentación en la sede de Barcelona.

[2] Javier Saez. https://burgospedia1.wordpress.com/2011/10/11/javier-saez-del-alamo-sociologo-y-escritor/

[3] Sáez, J. “Teoría queer y psicoanálisis”. Ed. Síntesis. Madrid, 2004

[4] Rodríguez, M.P. (2013). “Lacan, las homosexualidades y los queer”. Nodvs. Disponible en:

http://www.scb-icf.net/nodus/contingut/article.php?art=486&rev=59&pub=0

[5] Miller, J.A. “Des gays en analyse?”. La Cause Freudienne Nro. 55. Oct. 2003, p.85.

[6] Ídem anterior, p.184.

[7] Blog Parole de queer. “Historia de una palabra”. Texto de P. B. Preciado. http://paroledequeer.blogspot.com.es/p/beatriz-preciado.html

[8] Blog Parole de queer “La importancia de llamarse Paul”. Texto de P.B. Preciado.

http://paroledequeer.blogspot.com.es/2015/06/la-importancia-de-llamarse-paul.html

[9] Lacan, Jacques. Seminario XX, Aún. Ed. Paidós, Barcelona.

[10] Berenguer, E. “Sexuación: la no identidad del sexo”. Disponible en: http://www.raco.cat/index.php/Lectora/article/viewFile/205448/281462

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