El Puente de las Maletas. Instalación escultórica en Baró de Viver, Barcelona, marzo de 2015

Escultor: Fernando Bravo

El artista hace que emerja en medio de un espacio público un objeto que tiene una función social. Entre otras cosas, es un condensador de miradas que acompaña e interpela a aquellos que conviven con él en el día a día. Miramos y somos mirados por el objeto artístico. Miramos, pero al mismo tiempo el objeto nos mira. Siempre me ha gustado el ça me regarde (traducido literalmente: esto me mira) que los franceses utilizan para decir que una cosa me concierne, que tiene que ver con uno. Y es por eso que el objeto y el espacio social donde está instalado se hacen el uno al otro. En este sentido sobrepasa, a veces, la intención del sujeto artista.

 

pont maletes

 

Con esta escultura Fernando Bravo dice: «quería hacer una especie de camino; no sólo una pieza para admirar, sino también para convivir con ella. Como con la vida: mirarla y a la vez vivirla. Hoy, el nombre de la plaza es “La plaza de las maletas”. Jugué también con la idea de que la gente guarda en casa maletas que ya no se utilizan. La maleta también es como un ancla que te aferra a algún lugar. Y con el hecho de que en la vida todos hacemos un viaje vital, individual o comunitario».

El artista juega con diferentes ideas, y con una intención más o menos consciente, realiza una de ellas. En última instancia será tan sólo él quien pueda juzgar cuán cerca o lejos ha estado de su realización. Pero es la mirada del espectador la que terminará de hacer la obra, que se torna, así, múltiple. En el acto artístico, la obra, una vez expuesta, explota en fragmentos de subjetividades a lo imaginario, a lo simbólico y a lo real, tanto a nivel individual como colectivo.

Así pues, respecto al abanico de temas que la palabra CRISIS puede abrir, ésta instalación creada para el barrio Baró de Viver pone de relieve el significante Inmigrante. Lo convoca, lo evoca, la hace resonar e incluso lo escenifica. Y lo hace con un acento, diría yo, fruto de la experiencia teatral de Fernando Bravo durante su “auto-exilio” en Polonia, con Tadeusz Kantor.

Estas maletas no necesitan figuras humanas a su alrededor para indicar a quién pertenecen. Tampoco le interesaban a Fernando Bravo, quien dice «añadirían elementos que no quería que estuviesen presentes». Tampoco hacen falta para escenificar, y resulta relevante que, pese a estar detenidas, estas maletas están en movimiento. El movimiento que muestra El Pont de les Maletes en su conjunto es un movimiento singular, que define en buena medida el del inmigrante.

El emigrante es aquél que va de un lugar a otro. Pero en ésta instalación las maletas no terminan nunca de llegar. Están en una especie de flujo permanente, visible incluso en aquellas situadas del otro lado del puente.

Fijas al suelo; hechas con un tipo de hierro que el paso de tiempo cubre con una pátina que, en vez de agujerearlas, les da solera; trabajadas de tal modo que expresan sufrimiento a la vez que dentro de ellas se puedan adivinar esperanzas… éstas maletas muestran una llegada a tierra de nadie. Un lugar donde lo más parecido a algo que hace hogar continúa siendo, probablemente, la maleta. «Vienes de allí», dice Bravo, «de un momento doloroso; y llegas, pero todavía no estás de verdad. Te acogen. Y, si te acogen, queda muy claro quién es el amo». Todo depende de qué haya dentro de la maleta. Si hay dólares o pobreza. Si dentro hay dólares, apunta Bravo, «entonces te llaman expat (de expatriate). La maleta detenida no tiene dólares dentro».

Es éste movimiento de flujo y fijeza a la vez, escenificado en la instalación, lo que constituye en significante Inmigrante, con que el sistema socioeconómico y la modalidad de identificación de cada uno forjará una identidad, deshacerse de la cual será, a menudo, muy difícil, incluso después de que legalmente uno ya no lo sea; incluso cuando uno ya no piense, quizás, que un día cruzará de nuevo el puente y volverá. Talmente la identificación con el significante Inmigrante atraviesa el cuerpo del parlêtre, el cuerpo del ser-que-habla.

La palabra inmigrante es un S1, como nos enseña Lacan. Un significante Amo. Y, como tal, ordena la vida de un sujeto bajo una orden contradictoria. No es así, que, en este caso, ordena indefinidamente y a la vez, pararse y seguir en movimiento? Una especie de párate / no puedes dejar de moverte? Uno llega, y quiere llegar, pero su identidad le dice que siempre está llegando, que no llega nunca. Un S1 extraño, creado por el discurso dominante, que la instalación de El Pont de les Maletes escenifica y fija. Un Puente que no existe –almenos nunca del todo– pero que el escultor hace ver en la cristalización visual de un gerundio. Y una maleta que te aferra.

 

Ramona Llach. Cataluña

Traductora: Nura Nieto Llach

 

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