“La inteligencia permite el dominio del mundo; sólo podía aparecer en una especie social y por mediación del lenguaje. Esa misma sociabilidad que había permitido la aparición de inteligencia iba más tarde a estorbar su desarrollo […] La desaparición de la vida social era el camino […] A pesar de ello, la desaparición de todo contacto físico entre neohumanos puede haber tenido y a veces todavía tiene algo de ascesis...”

Michel Houellebecq, La posibilidad de una isla.

 

A una velocidad que hace casi imperceptible el momento de los cambios, la tecnología se sumerge cada vez más en nuestras vidas. La forma de relacionarnos ha cambiado, pues la voz y el cuerpo son sustituidos, cómodamente, por textos en pantallas.

La inmediatez y el dispositivo como extensión del cuerpo son pseudónimos de una época a la que todavía no sabemos cómo llamar. Cada vez más “amigos” pero menos relaciones “íntimas”, más whatsapps, más likes, más retweets y menos la voz o el tacto del amante, del amigo.

No hacemos un llamado a la nostalgia y la añoranza, tampoco al pánico, sino uno a leer nuestra época de la mano –o más bien un poquito por detrás– de los cambios que se dan en ella.

No es novedad que el ser humano busque la perfección del cuerpo. El hombre vitruviano de Leonardo Da Vinci da cuenta de ello, así como la concepción de la belleza de los griegos, los egipcios y/o los mayas. Casi deidades, cuerpos hechos a la medida del todo.

A lo largo de la historia, hemos visto los cuerpos con sus respectivas “extensiones”. Según la cultura y la época, éstas cambian y se ajustan a lo que el discurso propone. Recordemos a Ícaro y sus alas, con las que pretendía llegar al sol o los artefactos que los miembros de algunas tribus africanas y americanas introducen en sus cuerpos como un símbolo. Un poco más cerca en el tiempo, podemos mencionar los binoculares o el telescopio, o también el hecho de que el avión nació, justamente, del deseo del hombre de volar, como el buceo del de ser como los peces.

Hoy, la extensión del cuerpo más popular es el teléfono móvil: el mundo en una mano, o más precisamente en uno o dos dedos. Recordando la famosa frase de Hamlet “I could be bounded in a nutshell and count myself king of infinite space”, en lo que al móvil se refiere el sujeto de nuestra época sería capaz de decir: “podría estar encerrado con mi móvil y sentirme el rey de un espacio infinito”.

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El tema que queremos poner a debate en este texto (que constará de dos partes) es el de las otras extensiones o suplementos que se agregan al cuerpo actualmente. Algunas de ellas quizás no sean aún, ahora mismo, muy comunes. Pero día a día su uso (como su abuso) crece y empieza a poner en jaque los conceptos “humanismo” y “antihumanismo”. ¿Hemos presenciado ya el jaque mate y no nos hemos dado cuenta?

 

El imperio de los algoritmos

En nuestra época la vida empieza a estar sometida en muchos ámbitos al algoritmo, es decir, a una sucesión de instrucciones o reglas bien definidas (llamadas lenguaje), “ordenadas y finitas que permiten realizar una actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas a quien deba realizar dicha actividad. Dados un estado inicial y una entrada, siguiendo los pasos sucesivos se llega a un estado final y se obtiene una solución.”1

Los sistemas operativos están hechos fundamentalmente de algoritmos. Internet funciona obedeciéndolos, las aplicaciones son la interface a través de la que se usan. Así, vivimos rodeados de máquinas a las que desde hace mucho llamamos “inteligentes” (debido al concepto de inteligencia artificial) y que desde la invención del ordenador han revolucionado también toda una serie de prótesis que, muchas veces sin advertirlo, ponemos a nuestros cuerpos y a nuestras mentes.

En la base de la escritura del algoritmo (escritura matemática por excelencia) hay la idea de que ésta permite el cálculo del pensamiento, aportando la ilusión de la exactitud y la predictibilidad. La cuestión es que esto, confinado antes a aplicaciones restringidas, invade ahora el campo de lo que es necesariamente inexacto, impredecible e incalculable: la vida misma.

El ejemplo más cercano y cada vez más cotidiano son las aplicaciones dedicadas exclusivamente a medir actividades y/o sustancias en el cuerpo. Así, la información sobre los pasos que se dan, las calorías que se ingieren, los datos de la gimnasia que se hace o lo que contiene las secreciones del cuerpo es almacenada y proyectada en estas aplicaciones encargadas de regular el goce que recorre el cuerpo.

De este modo, procedimientos matemáticos se usan ya para alimentar la ilusión de que es posible mantener un equilibrio perfecto, una homeostasis, sosteniéndose así la ficción de que es posible adaptar la humanidad más concreta de uno a un puro ideal del Otro. Círculo sin fin, los algoritmos de los OS y los ordenadores también se implantan en las nuevas extensiones del cuerpo, haciéndolas “cibernéticas” (es decir, estrechamente asociadas a una “teoría del control”). Tenemos como consecuencia lo que conocemos como cyborg o cíborg.

 

Cyborg o devenir máquina

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 Es evidente que ya nadie piensa en la prótesis como un brazo de madera sino como brazo biónico, que las gafas para leer/mirar o los aparatos para mejorar la audición se han “naturalizado”, mientras que lo que ahora ocupa su lugar son más bien las google glass o las gafas virtuales que nos permiten tener la experiencia de, por ejemplo, ser otro o experimentar nuestro cuerpo desde fuera. Este es el paso que, nos parece, indica hacia dónde va hoy la definición misma de “la humanidad”, dado que estas cosas son inseparables de la experiencia del hombre en nuestros días. De aquí el título de la impresionante exposición que actualmente se presenta en el CCCB2+Humans” es decir, “más humanos” y que nos lleva a pensar en el plus del que Lacan nos habló tantas veces. En efecto, más allá de la apariencia concreta y de las formas variadas de estos aparatos que se agregan al cuerpo, lo que podemos decir es que, de un modo u otro, están siempre vinculados a la función de un plus de gozar que producen en el sujeto. Justamente “más” humanos, “más” goce.

La lista de objetos o gadgets es larga, así que me remitiré a lo que denominamos cyborg, palabra que se forma del acrónimo en inglés cybernetic y organism, es decir organismo cibernético, “una criatura compuesta de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos generalmente con la intención de mejorar las capacidades de la parte orgánica mediante el uso de la tecnología.”3

Los orígenes del cyborg remite a la hibridación hombre-máquina que encontramos ya en historias como “Frankenstein” de Mary Shelley, en “The man that was used up” de Edgar Allan Poe y, por supuesto, en la ciencia ficción desde los inicios del siglo XX.

Resaltaremos que todos estos relatos, como las experiencias en relación con los hombres-máquina, los robots, son un intento más del ser humano por “corregirse”, por arreglar aquello que en él es imperfecto. Entendiendo por imperfecto que no hay el goce que haría falta, que no hay regulación posible para el propio cuerpo porque, como dice Freud, la homeostasis es la muerte. ¿Es el cyborg un intento de borrar lo humano en nosotros, si por lo humano entendemos el goce?

Digamos que el deseo de devenir máquina (o de funcionar como ellas) responde también a un deseo, siempre presente en el sujeto, de deshacerse de “eso” que lo habita, aunque no sabe muy bien qué es ni cómo se podría hablar de ello –pero que sin embargo es el amo ahí donde el yo cree serlo.

Freud, en “El malestar en la cultura”, toca este tema puntualizando brillantemente que “con ayuda de todas sus herramientas, el hombre perfecciona sus órganos –los motrices así como los sensoriales– o remueve los límites de su operación.”4

Así, quizás estemos asistiendo hoy a algo tal vez de la magnitud de la revolución industrial. Podríamos pensar en una revolución cibernético-corporal que está cambiando no solo la manera de socializar, sino también todo lo relacionado con la imagen del cuerpo, el tiempo y el espacio. Es decir, que trastoca real, simbólico e imaginario. Hay un cambio radical entre unas gafas que ayudan a mejorar la visión, la máquina de vapor, el avión o una prótesis de plástico, y unas gafas virtuales que permiten vivir “otra vida” o verte a ti mismo, desde fuera, como el protagonista de lo que pasa.

El proyecto de manipular el cuerpo de los recién nacidos para potenciar ciertas capacidades (proyecto que puede verse en la exposición del CCCB) o introducir en nuestro propio cerebro un chip que nos permita acceder a todos nuestros recuerdos, tal como lo muestra un episodio de la serie “Black Mirror”5, apuntan a un salto vertiginoso en lo que a las extensiones del cuerpo se refiere.

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De todas formas, es bueno tener presente que lo natural no se encuentra siempre allí donde se supone. No hay nada “natural” en el mundo, que como tal es creación del hombre. Como indica Minchinela, el ser humano ha manipulado las cosas del mundo de tal manera y durante tantos milenos, que hoy creemos que siempre han sido así: “El hombre logró moldear al lobo hasta crear al perro, domesticó las almendras silvestres hasta extirparles el cianuro, vitaminó el maíz hasta inflar sus granos y optimizar las calorías por hora de trabajo. Mucho de lo que hoy llamamos naturaleza lleva milenios atemperado por la intervención humana.”6

Lo humano, su significación, se pone en cuestión. Sufrió una crisis hace unos años y dio paso a algo nuevo, en lo que ya vivimos sin darnos mucha cuenta: el posthumanismo. Hay un acuerdo creciente en cuanto a esto. Pero ¿qué es lo posthumano?

Concluiremos diciendo que indica un cambio de discurso. Esto lo dejaremos para la segunda parte de este texto.

 

Claudia González, Barcelona. Socia de Sede Cataluña de la ELP. 

 

1   Wikipedia. “Algoritmo”. En línea. https://es.wikipedia.org/wiki/Algoritmo. Consultado el 25 de octubre de 2015.

2   Centre de Cultura Contemporània de Barcelona.

3   Cíborg. El línea. https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%ADborg. Consultado el 25 de octubre de 2015.

4   Freud, S. (2003). El malestar en la cultura. En Obras Completas. Biblioteca Nueva. Tomo 3.

5   El episodio al que nos referimos es el tercero, titulado “The entire history of you”.

6 Minchinela, R. (2015). +HUMANS: Humanos que te harán obsoleto. En www.eldiario.es. Disponible en línea: http://bit.ly/1MOo6rf Consultado el 18 de octubre de 2015.

 

 

 

 

 

 

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